Nos despedimos una tarde cálida de mitad de marzo. Hasta pronto, dijimos a la maestra, pensando que serían unas vacaciones a destiempo, sin ser conscientes de lo impreciso de las palabras. Nos vemos en un par de semanas…
Han transcurrido dos meses y medio y, ahora sí, sabemos que este curso ha terminado y que la primavera de 2020 será una asignatura pendiente para alumnos mayores y pequeños. Habrá que convalidarla en el expediente personal, sustituirla en la memoria infantil por una vivencia de puertas adentro.
Y es que la escuela se cerró, pero afuera no quedaron los pajaricos sueltos como en aquel poema de Vicente Medina. Ni quedaron huérfanos de maestros, aunque sí de su presencia. Cada cual tuvo que vivir su primavera desde las ventanas, los patios o los balcones.
Es extraño construir el recuerdo de lo que no fue, pero para eso sirve la literatura. Igual que viajamos con la lectura a lugares lejanos que desconocemos, las palabras pueden dibujarnos esa primavera pendiente con cargo a la cuenta del alma. Pueden ayudarnos a imaginar, entre rumores de nostalgia y anhelos futuros.
Pueden soplar como el viento de marzo en los álamos que bordean la acequia, tras el muro de la escuela, y en sus ramas, el canto de los pájaros que esta primavera han vuelto a ser los reyes de la naturaleza, libres del ruido y los malos humos de los coches. Pueden las palabras auparnos a esa valla para mirar sin los ojos a los maestros, afanados cada año en preparar una semana cultural entorno al día de San Jorge, o achicando agua de algún charco en el porche, que este abril ha sido particularmente lluvioso, tanto que nos obliga a muchas preguntas sobre el impacto de nuestra actividad en el clima.
Y atareados en estos menesteres se nos echa encima el mes de mayo, con sus flores y sus primeros frutos. Un autobús que carga mochilas apretadas y niños emocionados, parte rumbo al paraje de las Marirías. El campo está lleno de insectos, algún zorro se deja ver por la plaza, las linternas ahuyentan los miedos por caminos y veredas. Los chiquillos prueban los albaricoques, las cerezas, las ciruelas… Del árbol a sus bocas, las mismas que gritarán entre juegos acuáticos, con la piel pringosa por las cremas solares y sus cabecitas protegidas con vistosas gorras de colores.
La primavera pendiente arrematará en junio, con su media jornada y San Juan a la vuelta de la esquina; con las chinas que se cuelan en las sandalias, camisetas de tirantes y abuelos que recogen a sus nietos durante un mes difícil para la conciliación. Y otra despedida, esta vez una esperada, la que anuncia vacaciones de playa, piscina y montaña, el reencuentro con la familia que vive lejos. La despedida que toca, la de cada año.
Todo esto, hija mía, pertenece al terreno de lo que no has vivido. Ayer fuimos a la escuela, recorriendo en bici los carriles de la huerta. La puerta estaba abierta y tu maestra Rosa te esperaba en el aula vacía. La viste, la saludaste en la distancia. Te dio la carpeta con tus trabajos. Supiste que sigue ahí. Y así es. Allí están todos, afrontando este nuevo reto. Trabajando para que volváis, ideando cómo convivir con un nuevo compañero invisible. Y puedes estar tranquila porque lo lograrán. Los conozco y sé que no descansarán hasta conseguirlo. Codo con codo. Tan Equipo como siempre, más Escuela que nunca.
Jueves, 4 de junio de 2020.
@DAVIDMOYAMUSICA